martes, 25 de abril de 2017

El Ávila... Fragmento de mi nueva obra.


El Ávila; el pulmón de Caracas, como de costumbre, inhalando dióxido de carbono y exhalando oxígeno puro para todos los citadinos de esta majestuosa cosmópolis. Cada vez se le hace más difícil a este parque realizar la fotosíntesis, pero a pesar de todo el bullicio que desborda la ciudad, el Ávila promete una paz espiritual capaz de purificar el alma con un respiro.
Uno de los habitantes subía buscando un respiro de paz. Trotando cuesta arriba, con su rostro cargado de gotas de sudor. Se detuvo y apoyo sus manos en las rodillas; descansando.
Julio, un muchacho de complexión delgada y estatura baja. Cada fin de semana, después de una ardua semana laboriosa, escalaba la montaña a paso firme y decidido.
Hizo una pausa, recuperando aliento y tomando algo de agua. Ya iba a media colina. Escuchó unas risas, sintió curiosidad. Julio siempre ha escuchado comentarios de sus amigos que a esta famosa montaña suben jóvenes a practicar Cruising, con lo cual él estaba muy en desacuerdo, porque podía ser un joven gay, pero tenía que respetar un lugar público.
¿Cómo a alguien le causa tanto morbo estar exponiendo su vida, bueno su reputación teniendo sexo en un lugar tan frecuentado como el Ávila? Es de locos.
Pensaba mientras inhalaba y exhalaba, pero él era un voyerista innato. Siguió las risas y las pisadas hasta llegar a uno escuchar nada, sólo el silencio. Y luego, un sonido rápido y seco, el sonido del cierra de un pantalón. Se escabulló en el follaje, y se acercó un poco más, casi no podía caminar con las piernas flexionadas. Llegó al punto donde pudo observar algo, la parte baja de un muchacho, que estaba parado, quieto, esperando a que el otro chico con sus piernas flexionadas sin temor a que los viesen le hiciera una felación.
El pasivo ya estaba haciendo de lo suyo, de lo que más sabe, de lo que le gusta. Mientras el otro chico, el activo, continuaba inmóvil, con solo pequeños jadeos para no ser escuchados. Pero el voyerista Julio, quería verle la cara al activo. Movió unos ramales y pudo divisar con toda la claridad del mundo y con su buena vista como este chico ahogaba los jadeos. Julio también tuvo que ahogar un jadeo; un jadeo y quedó desconcertado y estupefacto al ver que el otro chico era Fernando…, su novio.

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